CAPÍTULO SEXTO

Culto y Medicina

Tendamos ahora el puente del terreno religioso al de la medicina, aun cuando a veces sea menester tocar nuevamente la religión.

Un tema sobre el cual todavía hoy día y debido al mal trato infligido por los sabios, bien poco tenemos que decir, es la medicina de los pueblos lamaicos. Sin embargo, hay una cosa cierta, estrecho es el lazo entre la acción religiosa y la médica, y en el lamaísmo la actividad del culto y de la medicina se hallan reunidas en la persona del sacerdote. Sucede esto hasta tal punto que ahí pocas veces el médico es sacerdote, pero al contrario, el sacerdote es siempre médico. La admisión al estudio de la medicina lamaíca presume una práctica obligatoria de trece años, con todos los especialistas budistas, tal cual lo enseñan en los claustros. El monje que venciera con éxito esa ardua tarea, debía hacerse la idea de ser discípulo del Esculapio búdico y, después de un año de estudio, recibirse de médico titulado.

Evidentemente que ahí también aparecen “médicos no recibidos y charlatanes”, pero allá es el éxito en los resultados quien define.

Ya dijimos que habíamos de renunciar a examinar más de cerca la medicina lamaíca. Hay, sin embargo, una cosa cierta: La medicina lamaíca trabaja con un repertorio bien organizado, a su modo de ver; en él desempeñan un papel preponderante las esencias de origen vegetal. Salta a la vista que los lamaístas no conocen las combinaciones químicas. Pero, como hijos de la naturaleza, son sus celosos observadores y tal vez con sus ojos y la prolongada experiencia de siglos, vean más que nuestros penetrantes reactivos y nuestros lentes microscópicos.

La predominante del tesoro de la medicina india consiste en esencias aromáticas, siendo las más oriundas del reino de Flora. Es digno de notar aquí que la farmacología de las materias aromáticas no se restringe a las olorosas, comprende otras que para nuestro gusto no merecen tal designación. Ellos agrupan estos perfumes en cinco categorías, a saber: repugnante-penetrante, picante, aromática, según el sentido nuestro, rancia y azumagada. La misma división hacen los chinos.

A fin de dar, finalmente, al lector una idea sucinta de cómo sabe acumular la medicina del lamaísmo las esencias de las plantas como factor activo, vamos a traducir aquí algunos datos del primer capítulo de “La Quintaesencia de los remedios”, obra cumbre de la medicina lamaica (en tíbetano: “bdud rtsí srjíng po”; en mongol: “rasian-u jirüken”), que tiene especial relación con todo esto.

Se describe allí una ciudad situada en la India, en cuyas murallas se dan lecciones de ciencias médicas. Está cercada de jardines floridos y fragantes donde se producen las más excelentes hierbas medicinales. Se enumeran una a una estas plantas. Nosotros sólo citaremos algunas de ellas, como la granada, la pimienta, el sándalo, el alcanforero, la canela, etc. Cuatro montañas circundan la ciudad orientadas hacía los cuatro puntos cardinales, de modo que cada una de ellas produce sus plantas características. En esta obra se describen las fuerzas curativas inherentes a cada planta, entre las que se describe particularmente su perfume. “Con el perfume de sus fragantes, espléndidos y agradables remedios, de cuyas propiedades activas están llenas sus raíces, tallos, retoños, hojas, flores y frutos, se calman todas las dolencias de cualquier persona.” Es de mencionar, todavía, que la montaña que está al  oeste  de  la ciudad y en cuyas faldas crece la “arrura” (Terminalia chebula) la planta panacea de la medicina indotíbetana, se denomina expresamente “montaña olorosa”. En el idioma tibetano se llama “boj (bo) dschí-Ri” (escrito: “spos kyj ri”), en cuya primera sílaba “boi”, reconoce¬mos inmediatamente aquella palabra que antes en¬contramos para significar el incienso. En sánscrito, ella corresponde a la expresión “gandhamadna” de la cual, como ya sabemos, provienen los “djsas”, aquellos genios que se nutren de emanaciones.

De éstas volveremos a tratar más tarde, pues también los autóctonos mexicanos contaban con ellos. Hablaremos ahora de un caso interesante. Las cuadrillas de ladrones de la Malasia (también Insulindja) se sirven de un notable veneno en el ejercicio de sus fechorías. Una campanulasia de elegante forma e inflorencia blanca, que tiene un palmo de largo, produce, desperdiciando lo más posible una gran cantidad de polen. Cuando fresco es propiamente inóculo. Se esparce el polen sacudido de las flores maduras durante algunos días y queda expuesto al sol índico sobre las piedras; este sol abrasador hace que la masa de polen se convierta pronto en un narcótico extremadamente drástico. Los criminales se sirven de ella poniéndose una gruesa máscara (un paño mojado en la nariz) y dándolo con un tubito por la cerradura del cuarto donde pretenden entrar a robar. El narcótico, levemente, alcanza poco a poco hasta los pulmones (le las víctimas dormidas y las entorpece. Media hora de espera, y obtenido el resultado, penetran los asaltantes en la habitación, sin preocuparse de la bulla, matan a los adormecidos, echándoles en un segundo por la boca o nariz grandes dosis del veneno y así pueden dedicarse a su criminal labor sin ser estorbados.

Existe la creencia de que las serpientes atraen a los pajaritos con su mirar hipnótico; eso, sin embargo, no es verdad. Existen ciertos investigadores que suponen que todo proviene de cierto olor o especial emanación de la serpiente, capaz de entorpecer o adormecer a los pájaros y forzarlos a inmolarse. Para ilustrar este asunto sirve la siguiente experiencia: enciérrese una serpiente en una caja de vidrio y hágase pasar por el frente a algunos pajaritos; éstos no serán influenciados de ninguna manera por la mirada del reptil. Sin embargo, si se les introduce dentro de la caja, se atontan pronto con las emanaciones. Los antiguos mexicanos que conocían mucho las serpientes ya refieren esto, y al referirlo quisiera mencionar que los indios mexicanos precolombianos, no solamente tenían parlamentos constituidos sobre el principio de un Caudillo, tal como lo tenemos hoy día para bien de la cultura en España, en Italia y Alemania, sino que tenían también congresos científicos, a veces astrológicos, como refiere el Padre Sahagún, sino que poseían también escuelas médicas de las cuales salían médicos notables. Esas escuelas estaban ubicadas en conexión con jardines botánicos donde se cultivaban hierbas aromáticas. Remito al lector al libro “Huaxtepec y sus reliquias arqueológicas”, así como a la descripción del antiguo templo de Ome Tochlí. Habían dos sistemas de curas que se complementaban, la hidrohelioterapia y la osmoterapia. Además de eso, usaban plantas medicinales, algo de fototerapia, sistema curativo basado en la influencia de los rayos luminosos y tratamientos por hechizo o encanto complementaban estas curas, que se mantienen desde entonces hasta hoy día y de los cuales se puede aprender mucho.

Cuando tomamos un baño caliente de media hora, eso nos exige un sacrificio de tiempo y paciencia. En el antiguo México, un baño caliente saturado de todos los perfumes duraba un día entero. Yo mismo experimenté ese método y llegué a un resultado sorprendente. Un oficial americano fue desligado de todo ejercicio, por haberle inutilizado una grave hernia . Años más tarde supo de esos baños mexicanos, se sometió a tres baños en un día y alcanzó completa curación, lo que sólo parecía posible mediante una operación.  Podemos  suponer con razón, que  tal sistema está llamado a volverse, dentro de poco, nuevamente popular y debemos recordar que eso hemos de agradecer a los antiguos mejicanos. Por lo menos nos animará a estudiar todos los sistemas curativos de los aztecas y mayas y entonces encontraremos comprobación para la Osmoterapia.

La región originaria de todos los perfumes, en la más amplía acepción del término, ha sido hasta hoy el oriente en la extensión en que se conocía en la antigüedad y la edad medía hasta el tiempo de los grandes descubrimientos geográficos. No he de admirar, pues, que todos los numerosos cultos oriundos de allí, con la larga evolución que tuvieron y en que viven hoy en parte, hayan usado en abundancia materias aromáticas de toda clase con fines ostensiblemente de culto o allegados a él.

Podríamos dejar de mencionar las ricas aplicaciones de especias en la medicina si no fuera precisamente el fin de este libro el insistir sobre ellas.

Conviene, pues, no olvidar que su empleo estaba en forma predominante sino exclusiva en manos de los sacerdotes y servidores de la religión que casi siempre fueron también médicos.

Recordemos que debían poseer un conocimiento especial de las propiedades activas de estas hierbas, especialmente los miembros de la casta sacerdotal, a quienes en el Egipto se les confiaba el embalsamamiento de los cadáveres. La opinión de nosotros, los europeos, sobre ese proceso, es que en él se empleaban, sobre todo, substancias de aroma fuerte, contenidas en el bálsamo que así era denominado en forma general.

Sería menester escribir un libro entero sobre estos procedimientos egipcios si quisiéramos seguir de cerca la aplicación de las esencias y su procedencia en cada religión y método curativo del antiguo oriente.

Iguales resultados nos daría una investigación de este asunto entre los pueblos todavía vivos, sus religiones y prácticas médicas consagradas por la tradición e instituidas por la experiencia primitiva.

Nos limitaremos a ciertas indicaciones que nos proporciona el recuerdo o las más de las veces que hemos visto, lente en mano, de algunos actos del culto de la iglesia ortodoxa, la que con orgullo se denomina greco-oriental. Sus adeptos no se reclutan sólo en Grecia y otros países de levante; a ella se afilian los búlgaros, servios, rumanos, rusos, los del cárpato, georgianos y gran número de árabes. Hasta en Berlín hay una sede de esta confesión en su apacible iglesia, a cuyos servicios he asistido frecuentemente no sólo para escuchar su coro incomparable, sino para ver la cantidad de perfumes que gastan quemándolos ante el altar.

Naturalmente que no existen diferencias dogmáticas entre los adeptos de esa iglesia en las mencionadas naciones, en cuanto a miembros de una iglesia y las diferencias de culto sólo se limitan al idioma en que se hacen los oficios divinos.

Hemos citado entre las naciones que profesan dicho culto a Bulgaria, y es bueno recordar que esa nación tiene como más importante fuente de riqueza y producto de exportación la esencia de rosas que se elabora en los innumerables laboratorios del país con las flores que abundan muchísimo y son especialmente cultivadas a ese fin.

Cuando uno atraviesa el sur de Francia o algunas regiones de España, sus ojos pueden contemplar campos extensísimos dedicados al cultivo de la vid; en Bulgaria existen regiones enteras donde se cultiva exclusivamente el rosal.

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