CAPÍTULO DECIMO SEXTO

Estados de Sueño y Ensueño

Volvamos, una vez más, a la fuerza natural o curativa inherente al cuerpo. Sabemos que los corpúsculos blancos de la sangre, los fagocitos, marchan como un ejército para aniquilar a otro ejército invasor. Son, por decirlo así, una policía o ejército defensor del organismo. Hecho éste que ocurre sin nuestra voluntad, ya que no podemos influir en él a nuestro antojo, sino al contrario.

Si seguimos la marcha del pensamiento del doctor Schwab, buen amigo mío, tendremos como exponente de esa fuerza inherente en nosotros el cerebro y el plexo nervioso simpático. Este último es un sistema especial extendido por todo el cuerpo, que desempeña todas aquellas funciones que no son adictas a nuestra voluntad, como son las de sonrojarnos, empalidecer, crisparse el cabello y otras funciones corporales, que se ejercen automáticamente y que no podemos cambiar a voluntad, como el movimiento cardíaco y los peristáltícos. Luego interviene ese mismo sistema en la actividad de las llamadas secreciones internas. De ciertas glándulas, de la cabeza, del cuello, de las entrañas, fluyen se¬creciones que regulan el crecimiento del cuerpo.

No se puede dentro de los límites de este libro que se quiere mantener popular y al alcance y comprensión de todos, hablar con mayores pormenores del subconsciente. Nos contentaremos con algunas sencillas indicaciones.

Cuando en una reunión de varías personas, vemos que alguien bosteza, no podemos reprimir también un bostezo; se nos contagia fácilmente. Nadie nos dice: “bosteza tú también” ; pero, involuntariamente, el bostezo ajeno actúa, no en nuestro consciente atento, sino en nuestro subconsciente. En ese subconsciente duermen energías insospechadas. Se cuenta de sacerdotes tibetanos que sin comer ni beber y manteniéndose en una cierta subconsciencia, pueden efectuar marchas extraordinarias sin la menor fatiga. Y aun cuando esas marchas sean de más de ocho días, no experimentan la menor pérdida de peso. Los tibetanos que conocen ese estado y saben que es una especie de sueño, no despiertan jamás a dichas personas, al contrario, las dejan seguir tranquilamente. Apenas alguien les habla, recuerdan y pierden esa capacidad. Ciertas castas de la India dicen que esos somnámbulos son sostenidos por seres para nosotros invisibles.

Los salvajes tienen, además, la facultad de la clarividencia que nosotros vamos perdiendo con la tecnización y la supercivilización. En este relato debo hacer mención de que en ciertas regiones de la Frisia Oriental y de la Dithmarschschleswígholsteiníana, de entre tres personas, una es “spokenkieker”, es decir, clarividente, que tiene una segunda visión. Es sabido que en esas regiones alemanas, la población es de pura raza en una proporción notable. En los países acentuadamente mestizos falta por completo el don de la clarividencia. Ciertas substancias pueden influir en ese estado.

He visto en el Brasil ciertos curanderos que por medio de una bebida, cuya composición guardan secretamente, producen una especie de sueño o somnolencia, obligando a las personas que caen en ese estado a trabajar para el hechicero, explotando así a esas pobres gentes.

La Facultad de Medicina de México ha experimentado con dos plantas curiosas: el “ololiuhque” (que los indios denominan “cohuaxíhuítl”) y el “peyotl”. Los indios mexicanos producen una especie de somnambulismo con esas plantas, las cuales tienen un olor muy característico, que se transmite al hombre que las ingiere. El sabio sacerdote Sahagún informó a los Reyes Católicos sobre esta planta y existe una literatura inmensa que no cabe en el espacio limitado de este libro para citarla. Yo importé de estas plantas cantidades regulares y logré con la primera partos casi sin dolor. Un catalán tomó mí idea y anuncia mucho el producto, muy conocido; se trata del “Eupartol El catalán se hizo millonario y yo me quedé mirando a la luna. Es de advertir que no le di toda la clave. Para mí no se ha estudiado todavía suficientemente esas dos plantas maravillosas, pero me propongo investigar hasta arrancarles el último secreto. Mientras tanto, he reunido una cantidad de memorias médicas que se han ocupado de esto.

Cuando los curanderos hacen beber extracto de esas plantas lo hacen siempre en medio de humo de sahumerios.

La clarividencia está en íntima relación con el subconsciente, y el psicoanalítico Freud nos prueba cuán magníficas energías se almacenan en el subconsciente. Son fuerzas que pueden despertarse para el proceso curativo.

El manejo del subconsciente lo hemos aprendido cuando éramos estudiantes. Sí una tarea diaria era muy difícil de aprender, poníamos durante la noche el libro debajo de la almohada y, caso extraño, al día siguiente contestábamos admirablemente a todas las preguntas del profesor.

Ciertamente puede haber en ello algo de superstición, pero en todo caso es un hecho que, durante la noche, mientras dormimos, nuestra alma sigue ocupándose de lo que nos preocupó durante el día. ¿Cómo influyen sobre esto los olores? Lo veremos más tarde. Pero la comprensión de ello nos llevó años atrás a la experiencia que hacemos hoy. Se trata de tender un puente entre la conciencia del día y el subconsciente del sueño y ese puente lo hallé en los perfumes y esencias.

De acuerdo con el sistema de Coué, hice que mis pacientes repitieran durante el día ciertas frases y, mientras lo hacían automáticamente, les hacía oler determinados perfumes. Durante la noche, penetraba yo en la sala del hospital y me aproximaba al enfermo dormido. Si se trataba de una persona habituada a hablar durante el sueño, con sólo pasarle un trapo perfumado por las narices, comenzaba inmediatamente a decir: “Progresa mi curación; estoy mejorando día a día; voy a quedar completamente sano.” Eran las mismas frases que le había hecho repetir durante el día, antes de oler el perfume. Tenía, pues, aquí un reflejo continuado sobre el cual volveré más tarde.

Al día siguiente el paciente estaba realmente mejor; mi sistema curativo había actuado durante el sueño.

Sabemos cuánto aumenta durante el sueño la fuerza imaginativa. Basta la más leve ráfaga de aire frío, para imaginarnos que estamos en el Océano Ártico. El menor golpe nos parece un disparo de cañón.

Tratase, en suma, con este sistema psíquico lateral o complementario de la Osmoterapia, de despertar el deseo o las voliciones del día e incitarlos a la realización en el sueño, mediante la aspiración de perfumes estimulantes.

Desgraciadamente, perdí en mis andanzas revolucionarias la historia clínica de muchos pacientes que traté de ese modo en el hospital Victoria, en la capital del Estado de Tamaulipas, del que era yo entonces médico director.

Pero fue allí donde puse la piedra fundamental de este tratado que quisiera llegara a manos de todos los médicos y, más aún, de todos los padres de familia, para que los primeros usen estos sistemas y comprueben su maravillosa efectividad con sus pacientes, y los segundos para que los usen sin reparo con su prole, pues sólo reportan saludables y provechosos resultados, no existiendo el menor peligro, ya que soy enemigo acérrimo de cuantos medicamentos pueden significar un peligro para la vida de los pacientes.

En mi larga práctica médica tuve ocasión de aplicar mi sistema osmoterápico en infinidad de ocasiones. Conservo patentes testimonios del éxito indiscutible de la Osmoterapia, entre ellos un certificado del Jefe Militar de Matamoros (México) extendido a raíz de mi actuación en el hospital militar de dicha ciudad como Teniente Coronel Médico, en el cual se hace constar mi útil labor que se tradujo en una apreciable reducción de gastos, al simplificar la terapéutica y en rápida curación de los soldados enfermos; sin que durante mí gestión se diese un solo caso de defunción. En esta ocasión pude tratar con éxito numerosos casos de pulmonía.

El sueño en sí es el estado que mejor favorece la curación de las enfermedades, pues durante el mismo es cuando se despierta y actúa con más vigor y efectividad la fuerza curativa propia del organismo.

El crecimiento del cuerpo humano empieza en el momento de nacer y dura hasta los veinte o veintiún años, pero lo curioso del caso es que sólo crecemos durante el sueño, nunca durante el día, y esto es debido a los rayos mitogenéticos. Por eso opino que en todas las habitaciones, durante la noche, debería haber un fumigador de perfume apenas perceptible, pero de efecto favorable para la acción de los rayos mitogenéticos, con lo cual facilitaríamos en gran manera y con provechoso beneficio para nuestra salud el crecimiento del organismo.

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