CAPÍTULO VIGÉSIMOTERCERO

Seres de buena y de mala sombra

Cuántas veces se escucha a una persona que dice: Fulano me ha echado la sal, me ha servido de mala sombra. Como también otros dicen: Desde que estoy con Fulano mis asuntos van mejorando, me ha servido de mascota. Muchos de mis lectores conocerán la comedia española que lleva por título “La Mascota”.

Es una superstición, dice la gente ; pero estudiémoslo.

Es seguro que cuando dos seres se encuentran sin querer se establece siempre contacto. Entre los seres humanos hay cierta relación invisible de atracción y rechazo que no depende de la voluntad ni es consciente.

Es verdad que para comunicarnos con nuestros semejantes nos valemos de la mirada, de los gestos y, sobre todo, de la palabra; y hasta ahora los psicólogos generalmente habían creído que de estos tres vehículos dependía todo.

Hay impresiones inexplicables que recibimos de las personas que encontramos, que nos dejan huellas indelebles aunque no hayamos tenido ocasión de hablar con ellas.

Existe una especie de comunicación de carácter muy raro que se transmite de uno a otro, sobre todo con la primera impresión, que, por otro lado por medio de la mirada, gesto o palabra, puede ser desvirtuada aparentemente, pero nunca de una manera definitiva.

Es indiscutible, hay personas con las que no congeniamos, cuya presencia nos irrita; a otras personas nos dan ganas de acariciarlas.

Hoy sabemos que la mirada, gesto y la palabra son de efecto secundario; lo primordial, lo más efectivo es ese intercambio de ondulaciones radiantes que aunque no son ondulaciones luminosas visibles ni sonoras, sino olorosas, actúan como una compenetración mutua de esa materia sutil que nos envuelve.

Los poetas han abusado de la frase, la voz del silencio. La verdadera voz del silencio se percibe cuando se está con otra persona y que actúa, ya para atraérnosla o para rechazarla.

Las palabras pueden después confirmar nuestro aserto, pero rara vez dar el impulso.

Vivimos dotados de una especie de órganos invisibles que no están hechos de materia común, no hieren nuestra retina, pero se sienten con los ojos del alma.

A todo el mundo le sucede que estando en una pieza obscura se descubre si hay en ella otra persona, aunque no la veamos ni la toquemos.

No es verdad que sólo haya personas sensitivas, que tienen la facultad de sentir a los demás;; no, estas emanaciones las siente todo el mundo.

Es inútil que aparentemos ser indiferentes, nadie nos es indiferente en absoluto, sino que todos nos dejan alguna impresión. En otras palabras, nuestras emanaciones son siempre heridas por las emanaciones de los demás; ya sea en un sentido o en otro.

El porvenir de la Osmoterapia no está solamente en el terreno médico, sino en el terreno social.

Tenemos personas que nacen con cierta simpatía, tienen un olor personal, en su presencia nos sentimos bien, basta que estemos con ellas para que nos animen en la conversación. En su presencia nos sentimos hasta más sanos; parece que nos carguen con sus efluvios personales. A estas personas les salen siempre bien sus asuntos; si son médicos, tienen una buena clientela; si abogados, lo logran todo con éxito; sí son comerciantes disfrutan del favor del público; etc. Personas así parece que nos benefician con sus emanaciones, parece que bebemos sus efluvios. A veces no nos explicamos cómo un hombre de tortura, buen mozo, se haya casado con una mujer más o menos fea; pero el hecho es que en su matrimonio todo va bien; son felices. Se explica este hecho por haberse encontrado dos emanaciones armonizantes.

Hoy sabemos que por medio de un perfume preparado por un buen osmoterapeuta, un perfumista hábil y experimentado que proporcione el perfume personal adecuado a una persona,ésta puede modificar sus emanaciones en un sentido favorable, lo llamarán en toda la actividad que emprenda “persona de confianza”.

A veces queremos engañarnos a nosotros mismos, a la fuerza queremos permanecer indiferentes, pero hay personas que una vez las hemos tratado nos preocupan ; vuelven y vuelven a aparecer en nuestra imaginación. Tenemos que tomar forzosamente un partido en pro o en contra.

Curioso es en el terreno patológico. Pueden reírse de esto los psiquíatras que lean estas ideas por vez primera; yo les recomiendo que lean este tratado con toda atención. Hay esquizofrénicos, paranóicos y enfermos de demencia precoz que comen y duermen perfectamente y un examen clínico no ha encontrado ninguna lesión y, sin embargo, sobre todo los últimos, son incurables porque sus emanaciones están perturbadas. Estos enfermos no tienen la facultad de atracción, sino que repelen siempre, excepto con algunos que los tratan (médicos, enfermeros). Recuerdo el caso de un doctor de un manicomio que se volvió demente, y no tiene otra explicación que la de que se contaminó la locura de sus pacientes. Precisamente este caso me animó para experimentar en manicomios, cosa que hice con excelentes resultados.

Invito a todos los médicos para que desvistiéndose de toda clase de prejuicios, experimenten mis sistemas osmoterápicos con la seguridad de que muchos trastornos mentales considerados incurables hasta el presente, dejarán pronto de serlo merced de los sutiles y penetrantes perfumes curativos que actúan sobre el sistema nervioso central.

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