CAPITULO 7

Ahora pasaremos al tipo elegante de embarcaciones.

 Estas fueron, también la culminación del sistema marítimo, naciendo ahí los diferentes tipos de naves aéreas que ahora usan y que en verdad tienen gran parecido.

 Voy a tratar de describir este elegante tipo de embarcación.

 Hagamos de cuenta que tomamos dos, como mínimo, pero también tres o cuatro cuerpos de nuestros modernos aviones, los tendemos paralelos y separados, y sobre ellos pongamos una de las modernas naves circulares que ellos usan y el resultado es una de sus fantásticas embarcaciones de lujo, especie de insoñado y fantástico catamarán.

 Indudablemente que deben haber sido hermosas y eficientes; pero de ahí nació el transporte aéreo para ese diseño, ya que sus actuales naves aéreas tienen parecido no solo con los cuerpos inferiores de dicha embarcación marina, sino que también la parte superior tiene gran parecido con sus modernas naves circulares gigantescas.

 Y antes que se me olvide, voy a relatarles algo de suma importancia y que resulta vital para este mundo estandarizado.

 Se trata de sus sanitarios.

 No hay un solo edificio que no esté provisto de ellos.

 Están alojados entre arco y arco, en los entresuelos de todos.

 Cuando nadie los usa, están a la vista; pero basta que una persona invada una superficie de metro y medio a su alrededor, para que desaparezca dentro de un muro de intensa oscuridad, como las que protegen las camas en los dormitorios.

 La superficie tiene la forma de un mango, me refiero a la fruta que conocemos; tiene en la parte superior un corte en forma de ovoide agudo.

 Se usa a horcajadas y ajusta con precisión.

 Es de un material semiblando.

 Para el aseo, está provisto en su costado derecho de una pequeña oreja que, oprimiéndola hacia abajo, descarga una lluvia menuda e intensa que no solo asea, sino que también refresca, y jalando la tal oreja se forma un vacío que seca perfectamente.

 Y ahora sigamos nuestro camino en busca de los terrestres.

 Teníamos que tomar un tipo de nave diferente a las que ya conocía para ir en su busca, pues al parecer estaban al otro lado de aquel planeta; pero aquí las distancias no tienen importancia.

 Para llegar a un edificio que contuviera en su azotea a estas naves, tuvimos que abordar un autobús, o como le queramos llamar, “y aquí fue Troya”, pues los asientos estaban en tal forma que los pies los llevaba uno metidos en el respaldo del de enfrente; pero yo, además de los pies, tuve que meter la cabeza y rogaba a Dios llegásemos a nuestro destino.

 Nos apeamos y por un pasillo subterráneo, en el que tenía que ir cuidando mi cabeza, llegamos a una banqueta; de ahí al entresuelo de un edificio; éste era una biblioteca, pero no paramos sino que seguimos a la azotea.

 Mis amigos me prometieron que al regreso la conocería. En esta azotea había tres naves. Eso me aseguraron que eran. Para mí solo resultaban tres gigantescas y brillantes pelotas que no creo que tuvieran menos cinco metros de circunferencia.

 Caminamos por un pasillo, entre pequeños y olorosos árboles y gruesos postes negros, donde estaban posadas las naves.

 Cuando estuvimos cerca, un tubo descendió por el centro de la nave, se corrió una sección, dejando al descubierto una serie de escalones semi-circulares, por los que subimos, hasta llegar a la mitad superior de la nave.

 Este elevador forma parte de la cabina de controles.

 En forma circular, formando parte de la pared exterior, hay asientos con respaldo y sujeción para las piernas y el abdomen, en los que yo quedaba por razón natural de mi volumen más ajustado que mis compañeros, pero sin sentirme molesto, pues el material empleado para asientos, respaldos y sujetadores era sumamente elástico.

 A mí me parecían blocks de hule esponja.

 Dentro de la cabina había un hombre, pues a pesar de que visten igual que las mujeres hay un ni sé qué que hace totalmente diferentes sus facciones, dándoles un aire en el que se advierte una indudable presencia masculina.

 Mis amigos algo dijeron en su idioma, bronco y desagradable, al oído del tripulante, y éste, después de observar que estábamos adecuadamente sujetos, maniobró e inmediatamente ganamos altura en forma vertical.

 La nave era de un material transparente, casi como el cristal y se advierte que sus paredes son gruesas.

 Es su espesor lo único que hace aparecer lo visto al exterior algo ligeramente difuso, como si viéramos a través de un block de medio metro de grueso del vidrio que conocemos.

 Llegamos a determinada altura, nuestra nave se desplaza a una velocidad de vértigo.

 Inmediatamente me mareo, cosa que no me había sucedido.

 Mis amigos voltean a verme solícitos y me aconsejan que recargue la cabeza en el respaldo cerrando los ojos y que aspire con mayor fuerza mi “puro” de goma, conteniendo la respiración por las fosas nasales y, cosa rara, luego me sentí bien.

 Mis amigos me explicaron que el aparato que tenía en la boca era una especie de filtro, que aligeraba mi respiración suministrándome a la vez oxígeno, y es que dentro de aquella pequeña nave el ambiente resultaba pesado para mis pulmones.

 Por fortuna pronto pasó.

 Pasamos por una extensísima zona, donde todas las construcciones estaban dispuestas en forma circular, pero el color o los colores de sus edificios eran similares a los que conocimos.

 Mis amigos me explicaron que se trataba de una especie de ciudad infantil, de un hogar colectivo, y me fueron detallando desde la zona de maternidades, que eran las de los círculos exteriores, hasta llegar a los círculos centrales.

 Cada edificio está circundado de vastas extensiones libres, convertidas en parques de recreo.

 Dentro de esta zona se vive la vida normal del resto del mundo.

 Me hubiera gustado verla detalladamente, pero creo que no había tiempo suficiente o creyeron que no tenía mayor importancia para mí.

 Volvimos a tomar velocidad, para poco tiempo después volar sobre otra zona, similar a la anterior en su distribución, pero diferente en su aspecto.

 Era un conjunto de edificios plateados, relucientes, en los que los rayos proyectados desde el cielo chocaban, fragmentándose en miles de ellos, que se esparcían en todas direcciones, dando al conjunto una visión maravillosa.

 Era nada menos que una zona de investigaciones.

 Descendimos lentamente porque el lugar está infestado de naves de todas formas y tamaños y se cruzan a diferentes alturas y velocidades, Aquello resultaba maravilloso, espectacular.

 Conforme descendíamos, se veía en detalle.

 Aquello se convirtió en un espectáculo tan maravilloso que no creo que haya imaginación que lo conciba.

 El simple hecho de perder altura lentamente me daba la sensación de estar pendiente de un paracaídas.

 Se empezaron a distinguir unos puros gigantescos, fantásticos, negros, relucientes, del mismo color de la gigantesca nave circular que nos llevó a aquel mundo maravilloso.

 Pero resulta increíble: dichos puros eran lo menos cuatro veces mayores.

 Nos posamos suavemente en la nariz de un monstruo de aquellos.

 Descendimos por la misma escalera, pero ahora no habíamos bajado el tubo que la contiene, sino que se abrió una sección frente a ésta, en la misma forma que en nuestra pequeña nave, la primera que abordé, contrariando mi propio temor, que ahora al recordarlo solo me parecía un sueño fantástico.

 El lugar donde estamos, o sea, la nariz de este coloso, es plano, cubierto en toda su longitud de angostas venas.

 No hay lugar a donde dirija la vista que no esté cubierto de estos monstruosos aparatos.

 Calculo que no tienen menos de cuatrocientos metros de largo y unos cincuenta de grosor.

 Es tan fantástica la visión que pienso que, sí en nuestro mundo apareciera de repente un tipo de estos, sembraría el pánico irremisiblemente, quizá con perfiles de tragedia.

 Mis amigos me aseguraron que eran naves nodrizas y que estaban seguros de que me resultaría interesante saber cuál iba a ser su destino.

 Me iban a conceder el privilegio de conocer los intestinos de uno de ellos.

 Frente a nosotros se levantó una tapa como de veinte metros de largo y treinta y cinco de ancho, descubriendo frente a nuestra vista un tobogán.

 Dentro había tanta iluminación como en uno de los edificios que había visitado.

 El tobogán está cubierto por canales o rielamientos que se adentran en aquella cueva alucinante.

 La parte alta de estos abultados rieles son lisas y pulidas; pero los canales son amortiguantes, como una gruesa alfombra.

 Por un canal de estos nos internamos, y no tengo palabras para explicarles la sensación que me invadió.

 Me resultaba más impresionante que cuando entramos en la nave circular anclada en el espacio, allá en mi lejano mundo.

 Pero la sorpresa estaba más adelante.

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