CAPÍTULO VIGÉSIMOQUINTO

Perspectivas para una Osmoterapia

Acabamos de ver la extraordinaria importancia que adquiere el empleo de los perfumes en la medicina. Pero no podemos ocultar que estamos en los albores (hoy, diez años después de la primera edición pasamos de esos albores) de su ensayo y conocimiento. Perfume es radiación; cada variación aromática resulta, sin duda, de frecuencias radiantes, matemáticamente determinables; y una alteración de frecuencia acarrearía una cambiante de olor. Es importante conocer esto porque de otros ramos de la radioterapia sabemos que, en una sola octava de faja ondulatoria cósmica (esto en la nomenclatura radiotécnica quiere decir el alcance de una cierta frecuencia hasta su doble valor), están contenidas todas las clases de influencias terapéuticas de nuestros órganos corporales, útiles o nocivos, vitalizantes o deprimentes.

Por ejemplo; el espectro solar visible alcanza una octava entera de frecuencia, de 387, 298, 334, 620, 74.1 Hertz (zona infraroja), hasta 774, 596, 669, 241. 483 Hertz (zona ultra-violeta), bajo reserva, naturalmente, de que la persona de raza que no es del todo pura ve un espectro más corto. El hacinamiento de todas esas frecuencias produce, como ya se dijo, el blanco de la luz solar, casi totalmente vitalizante de cualquier fenómeno biológico; mas, sí determinada frecuencia de la zona verde del espectro solar es indescriptiblemente benéfica en ciertas cefalalgias nerviosas, ha de decirse lo contrarío de una absoluta falta de resonancia en la zona roja.

Eso mismo sucede con la acción de los perfumes. Por ejemplo, la acción vivificante y refrescante del perfume de agua de Colonia, se cambia completamente apenas se le agrega un grano de pachulí, y se puede afirmar que esto sólo sucede cuando la frecuencia irradiante de nuestra sustancia, aromática con la adición de otras substancias, se cambia en su desarmonía.

Esto nos lleva al punto fundamentalmente importante de nuestro problema: la selección de cada perfume medicamentoso para cada clase especial de dolencia. Bajo este aspecto, todavía estamos hoy en los comienzos de una gigantesca tarea. ¿No será ello acaso lo suficientemente importante que convoque e invite a buscar, a estudiar y a investigar a todos los científicos del mundo?

No se objete que la amplitud (energía radiante) de cualquier perfume es tan diminuta que no puede tener influencia duradera en una enfermedad. Tal objeción es inconsistente con mostrarse la importancia de una acción inicial llevada “ad absurdum”, y aquí hay un ejemplo sugestivo de acción inicial. Échese en un gran recipiente con monohidrato de oxígeno (agua oxigenada), una partícula insignificante de platino y obsérvese atentamente lo que sucede. Segundos después se forma, en torno a la partícula de platino, una zona casi imperceptible de vesículas diminutísimas, y después de igual tiempo, esa zona se vuelve apenas perceptiblemente más grande. Pero algunos minutos más tarde la zona crece en grados inquietantemente progresivos, y cuando haya abarcado un décimo del todo contenido en el recipiente, haremos bien en apartarnos, pues con un estallido espantoso se cambia el contenido residual de nuestro recipiente. Nótese: que en las mismas condiciones quedaría sin acción un gran pedazo de platino de un kilo de peso que se hubiera puesto dentro.

En eso vemos que una gran porción de energía (el pedazo grande de platino) no tiene acción alguna y que, entretanto, una porción mínima de energía, con acción inicial inmediata de un pedazo extremadamente pequeño, desarrolla una acción gigantesca. Lo que nos da el siguiente principio: La naturaleza es más activa en lo pequeño, en lo mínimo, que en lo grande. De ahí proviene la formidable acción de los perfumes.

Después de lo dicho, debemos sentar que hay que atribuir a cada excitante aromático determinado, una frecuencia primaria irradiante, especial. Muy probablemente, sucede en las sensaciones de perfumes, de parte de nuestro órgano del olfato, lo siguiente: Cada frecuencia irradiante tiene, por decirlo así, sus antenas en determinadas zonas del organismo sensitivo, y las frecuencias ondulatorias de esas antenas son iguales a las frecuencias del perfume o correspondientes. Eso quiere decir que la parte receptora de nuestro órgano del olfato es accesible a uno u otro aroma conforme a la zona y sólo para esos perfumes, en tanto que otra zona cualquiera sólo corresponde a un perfume determinado de una frecuencia que concuerde con él.

Podríamos admitir todavía que el hombre entre todos los seres naturales es el que dispone de órganos sensitivos más finos y complicados, mayormente si se trata de una raza que se ha conservado pura y elevada, y eso va decayendo en las razas inferiores y en los animales.

Hay que tener en cuenta que si vemos que algunos animales tienen el olfato más sensible que el hombre es porque los animales desconocen nuestros vicios (el alcohol, el tabaco) con los que hemos echado a perder, generación tras generación, nuestro sentido olfativo.

Debemos establecer, finalmente y con todo fundamento, que ciertos órganos receptores, no complicados, están dotados de un reducido alcance receptivo en las razas inferiores y de cualidades sensitivas en los animales, cualidades que, en los complejos órganos receptivos existentes en personas bien raciadas, se desarrollan grandemente.

A este respecto cabe una interesante observación del naturalista aficionado alemán Heínrích Ehret, digna de mencionarla aquí. Ehret habitaba en el Cairo e hizo una excursión al Sudán egipcio, si¬tuado al sur de Omdurman, en busca de una especie de mariposa que sólo existe allá, para ponerla en su colección. Ehret sólo consiguió encontrar un ejemplar hembra y volvió al Cairo. Colocó el bichito en la proximidad de la cortina de gasa de la ventana de su cuarto, en una cajita agujereada y con alimento.

Días después la cortina estaba cubierta, por fuera, de una multitud de machos de la misma especie. Anótese que el hecho sucedió en la época de la fecundación, y que existiendo esa mariposa sólo en el Sudán egipcio y nunca en las cercanías del Cairo, los machos tuvieron que volar la distancia gigantesca de 6oo kilómetros para alcanzar a la hembra. El olor de la hembra actuó, pues, en el celo, a tan inconcebible distancia en el órgano olfativo (antenas) de los machos, y debemos reconocer así, cuán incalculablemente importante significación reviste este complejo: irradiación y percepción odoríferas en los seres biológicos.

Todavía nos queda por ver una cuestión. ¿Podemos preparar perfumes sintéticos para la Osmoterapia? Creemos que sí, si preparamos las esencias con materias primas vegetales y no con las que se han escogido de origen animal o mineral. La mayoría de las esencias que se preparan hoy día provienen del alquitrán u otro mineral. Pero la hulla es un admirable receptáculo de energía solar de millones de siglos; todo lo que la tierra recibió de energía del sol vivificante es lealmente guardado para nosotros: la fulgurante coloración del paraíso, la irradiación colorífica, el perfume y el fuego de las flores, recogidos por la tierra en centenares de millares de años. Y la química ha sabido, en creciente y fascinante escala, extraer de ese reservatorio toda esa magnificencia, despertándola.

La fabricación de los perfumes hizo posible la moderna ciencia del asfalto. Sabemos, además, por informaciones de los conquistadores españoles, que los antiguos mexicanos ya sabían extraer esencias del asfalto, lo que debemos tener por una nueva prueba de la cultura de esos pueblos, de los cuales hemos aprendido los principios de la Osmoterapia.

Debemos acentuar una vez más que cada uno de nosotros está expuesto a la influencia insalubre de un mal olor inspirado y, por lo tanto, podemos también aquí, en casos bien determinados, expulsar al diablo con Belcebú.

Aspiramos una esencia ciertamente nociva; basta entretanto la introducción de ese olor a la nariz para hacer desaparecer un dolor de muelas por varias horas. Eso no quiere decir que se haya curado el dolor, sino que ha habido una lucha contra él. La curación se la dejamos al dentista; mas, ¡qué ventaja para el paciente librarse de su dolor provisionalmente sin valerse de un medio perjudicial!.

Naturalmente que nosotros condenamos todo cuanto emplea la cosmética moderna; pinturas nocivas a base de sales metálicas; tinturas para el pelo que pueden llegar a acarrear más tarde la calvicie a las mujeres; aceites y otros preparados hechos sin ninguna base científica, persiguiendo sólo fines comerciales. Nosotros hemos concebido unos preparados biológicos que verdaderamente rejuvenecen a la mujer y le favorecen y estimulan el color natural del cutis y luego le proporcionamos buenos perfumes. Todos estos productos que están ajustados a las leyes osmóticas actúan saludablemente; de ahí viene que podamos defendernos por medio de perfumes de las irradiaciones incómodas y peligrosas de las razas y personas inferiores.

Este libro quiere aparecer al mundo como un estímulo y tentativa de un nuevo sistema curativo y de una acción armonizante en la sociedad.

Estoy plenamente convencido de que el futuro pertenece a este sistema y que muy pronto todos los particulares lo practicarán y mis colegas lo adoptarán como feliz complemento de todos los sistemas hasta hoy en uso.

Sobre este nuevo método no existe una literatura especial. El presente tratado es completamente original y básico. Otros vendrán que escribirán en pro y en contra de la Osmoterapia; todos serán sus divulgadores. Como arqueólogo (paleoepigráfico) aficionado, botánico aficionado, como ex coronel médico y como diplomático, he recorrido toda la América diversas veces desde el estrecho de Magallanes hasta Alaska; he dado la vuelta al mundo; he recorrido casi a pie Grecia, Turquía, Tierra Santa y Egipto; he vivido temporalmente en casi todos los países europeos, aprovechando siempre, en todas las oportunidades, el hacer nuevos experimentos en el terreno de la Osmoterapia. Muchas veces, cuando era médico de regimiento, al verme aparecer con mis perfumes como remedios fui objeto de risa. He sido muy combatido por muchos colegas; a ellos precisamente va mí gratitud, pues su espíritu contradictorio ha sido para mí el mejor estímulo que me ha impulsado a seguir mis estudios y experiencias. Agradecido estoy también a centenares de médicos, especialmente de la América Latina, y a millares de personas que practican desde hace tiempo la Osmoterapia y son el mejor exponente de los éxitos de mi sistema.

A vosotros, lectores, que con seguridad os interesaréis por este asunto; sobre todo me dirijo a los perfumistas, drogueros, farmacéuticos y similares, para que os intereséis por esta nueva ciencia que tan directamente os atañe. Recoged la semilla que os ofrezco mediante este tratado, y si queréis darme una gran alegría, informadme por carta de vuestras experiencias.

Como ha visto el lector, esta obra tiene un carácter netamente popular y de divulgación. Tengo en preparación una obra dedicada exclusivamente a la clase médica.

Tanto los enfermos que deseen algún preparado o instrucciones, así como los médicos, farmacéuticos, químicos y perfumistas que deseen alguna aclaración o consulta, pueden dirigirse a Dr. A. Krumm-Heller, Berlín-Heiligensee (Tegel) Alemania.

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