INTRODUCCIÓN

El concepto de Pluralidad de los Mundos popularizados por Flammarión, pero tomado como idea de los Rosa Cruces, se va extendiendo de día en día y adquiriendo a cada paso mayor número de prosélitos. Últimamente la Ciencia Oficial, ha tomado este asunto con verdadero interés y ya se comienzan a efectuar investigaciones serias en este sentido.

No cabe duda que, frente al inmenso Universo, sería una pretensión ridícula suponer verdaderamente que sólo nuestro mísero planeta tuviera habitantes y vegetación y que todos los demás, en absoluto aislamiento, no fueran sino bellas lamparitas colocadas al azar en el ingente espacio... Debe haber una vida animal y una vida vegetal en todas partes. Lo único que puede existir es una desigualdad de manifestación, ya que otras condiciones reclamarían otras especies, otra flora y otra fauna. Habrá estrellas, en que la Materia haya subsistir en otros estados, ya más densa, más dura o ya más sutil, vaporosa y espiritual, pero se asegura su existencia y siempre ha habido entre esos Mundos una indudable comunicación. Esta comunicación que mencionamos, no es precisamente telegráfico – inalámbrica, como se pretende establecer con Marte. Es de otra condición bien distinta y ya el Adepto comprende a qué nos referimos...

Hace unos cincuenta años que Swante Arrhenius, el célebre sabio, probó por primera vez la influencia de la Luna sobre diversos metales, y siendo ya Rosa Cruz, fue él quien lanzó el soberbio principio de la Panspermia en su Cosmofísica, mediante el cual sostiene que el germen de la vida en su genuina manifestación sobre nuestro Planeta, viene de otros Mundos y otros Astros como lluvia atómica que mansamente cayera sobre la tierra expectante. Probó, asimismo, que la Luz era el conductor de estos gérmenes minúsculos que al encontrar en nuestro Globo las condiciones necesarias, hubieron de florecer dando origen a las plantas como semilla -según Arrehnius- cruzan y atraviesan constantemente por el espacio cósmico, que al llegar aquí influencia toda la especie, ya directa, ya indirectamente.

Esta estraña afirmación fue acogida por la mayor parte de los hombres de Ciencia, como algo fantasmagórico, pues sostenían que algunos planetas estaban tan alejados de nuestro Mundo, que se requerían miles de años para que tropezaran y dieran en esta tierra sustancias germinativas. Fue éste un argumento de verdadera consistencia que oponer a lo expuesto por el famoso Arrhenius, viniendo a quebrantar con toda pesadez su teoría, hasta el doctor Lippmann, notabilísimo geólogo, hubo de encontrar en ciertas capas cámbricas de edades verdaderamente primarias que estaban expuestas o situadas en la superficie desde hacía millones y millones de años, sedimentos germinativos y semillas fosilíferas que, puestas de nuevo en condiciones de absorber calor y humedad, brotaron naturalmente.

He aquí que este semillero fósil, durante tal cantidad de años había estado sin aire, sin luz, sin las circunstancias precisas para que la vida fuera manifestada; pero como el germen estaba vivo y latente aunque aletargado y dormido, volvió a florecer dando por resultado que en la época actual se hayan obtenido multitud de plantas cuyos poderes vivieron hace tantos miles de siglos. El mismo Lippmann exclamó al ver germinar sus semillas: Ya no hay argumento posible contra la Panspermia de Arrhenius.

Otra oposición razonada que se lanzó al frente de esta misma tendencia, era el frío que debe existir en ciertas regiones del espacio como acción contradictoria para la vida del germen, cuando nuevos experimentos llevados a la práctica nos dieron como resultado la prueba evidente de que hay semillas formadas en tales condiciones que pueden soportar hasta el grado cero absoluto.

No hay, por consecuencia, después de prolongados estudios relativos a esta materia, quien haya sostenido un solo argumento contra el principio lanzado por Arrhenius, que no haya sido deshecho por una nueva comprobación científica. De aquí que nos sea posible afirmar con toda exactitud, que la vegetación de la Tierra procede indudablemente de otros planetas y, en particular, de aquellos que se encuentran más cerca de nosotros.

Sabemos, también, que una Planta conserva siempre el alma de la familia o del grupo que le distingue y que sus sucesores han de ser, necesariamente, de iguales condiciones y tendencias. Si la semilla venida de Marte ha traído hierro consigo, y en éste todas las Plantas marcianas son ferruginosas, las de Venus han de estar necesariamente cargadas de sílice en cierta forma que estimule la vida, como las de Mercurio han de ofrecer el metal de este mismo nombre, y así tenemos cómo distinguir cada planta por su planeta.

Por último se ha comprobado, que hierro y mercurio existen en todas partes de la atmósfera, pero en mayor cantidad en algunas Plantas, y esto es lo que no pueden explicarse los sabios que hasta ahora se han mantenido al margen de nuestras teorías. Sin embargo, la Astrofísica ya ha podido ofrecernos un análisis completo de los minerales que existen en los distintos planetas, cuyos rayos impresionan el prisma de modo diferente.

Nosotros, los Rosa Cruces –como ya se ha demostrado en nuestra Revista – vamos más lejos y analizamos el efecto de la impresión de los planetas según su aspecto entre sí, para luego encontrarnos que las Plantas que les corresponden tienen también en su impresión las mismas características. Con ello queda probada la base científica que tienen en Medicina los preparados alquímicos.

Nuestra vida y hasta cierto punto salud, dependen de la influencia de los astros, y cómo éstos impresionan en el contenido o en la composición de los metales que llevamos en la sangre y en las hormonas, de ahí la necesidad de ponernos en contacto o buscar la armonía necesaria para desterrar la enfermedad – que es desarmonía- tomando los jugos de esas Plantas como componentes astrales que son.

Hemos justificado con lo expuesto, la base primordial de nuestra terapéutica, descorriendo en parte el velo misterioso que a todo lo envuelve, para ir exponiendo la Verdad por caminos científicos, que es la única forma de establecer un convencimiento amplio que rompa la atrevida creencia de que todo cuanto se relaciona con nuestras enseñanzas tiene un fondo nebuloso de superchería.

La Ciencia Oficial no es toda la Ciencia. Desechar todo aquello que no esté catalogado por la primera, es un absurdo, mientras que abrir nuestro espíritu sin apasionamientos ni prejuicios a toda nueva teoría, por hipotética que parezca, y estudiarla y contrastarla, es obra honrada que traduce fielmente al sano investigador.

En manos de todos ponemos este Libro. Tras él estaremos nosotros siempre dispuestos a llevar a la práctica cuanto dejamos sentado. Sólo ha sido nuestro fin, ofrecer a la Humanidad unos conocimientos de que carecía, por si esta siembra de ahora se convierte alguna vez en abundante cosecha que redunde en beneficio de todos los que sufren.

Este libro, al principio algo reservado de intento, pero ameno al final, podrá parecer al profano como un reclamo; pero es para el espiritualista una lección más en el camino inicial, si sabe, como siempre, leer estas líneas.

Intro | Capítulo: I | II | III | IV | V | VI | VII | VIII | IX | X | XI | Algarrobo | Áloe | Apio | Beleño | Café | Ajo | Farigola | Apio | Cebolla | Vid | Mandrágora | Muérdago | Miel | Naranjo | Nogal y Avellano | Conclusión | Descarga: Word | Texto | Pdf | Zip |