Libro: Tiempo Azul

Capítulo 7. Las Joyas del Dragón Amarillo

Capítulo 7. Las Joyas del Dragón Amarillo

En la milenaria China se estudiaron a fondo los sistemas de meditación, una orden muy importante que profundizó estos estudios fue “La Sagrada Orden del Dragón Amarillo”, a la cual perteneció el maestro Samael Aun Weor en una de sus existencias anteriores, con el nombre de Chou Li.

Tenían una didáctica en la enseñanza con una metodología precisa para llevar al estudiante por los distintos niveles en el dominio de esta ciencia maravillosa de la meditación. Acostumbraban sentarse en círculo, con las piernas cruzadas al estilo oriental y sus manos las colocaban el dorso de la mano derecha sobre la palma de la mano izquierda. Prácticas que podemos imitar, quizás no seamos muy diestros en las posturas, pero lo demás podemos hacerlo en nuestras prácticas perfectamente.

Los chinos, los mayas, los egipcios heredaron muchos conocimientos de la antigua Atlántida, entre ellos, el sabio uso del poder del sonido. Existían entonces instrumentos musicales muy desarrollados, como el Ai-ata-fan, el cual constaba de 49 cuerdas, relacionadas con siete escalas de siete notas musicales, relacionado con la Ley del Siete que todo lo organiza o perfecciona. Tales sonidos de ese instrumento, hoy en día ya no es posible escucharlos; involuciones del tal instrumento son el piano, el violín, etc.

Imaginemos esos templos maravillosos que invitan a la meditación, inciensos naturales quemados en bracerillos embalsamando el ambiente con sus perfumes exquisitos, todos los miembros del templo sentados en la manera oriental formando un gran círculo, el dorso de la mano derecha sobre la palma de la mano izquierda. Todos con los ojos cerrados, cuerpo y mente, profundamente, relajados.

Un hermano de la orden, en el centro, tocando el instrumento musical… Cuando tocaba la nota “Do” de la primera escala de la música, todos se sumergían como buzos en el agua, tratando de dejar quieto el primero de los cuarenta y nueve niveles del subconsciente. Más tarde tocaba la nota “Re”, y entonces todos trabajaban por dejar en silencio total el segundo nivel. Claro que el trabajo consistía en enfrentarse a los agregados psicológicos de cada nivel del subconsciente.

Así seguían trabajando, de acuerdo a las notas tocadas de ese precioso instrumento musical llamado Ai-ata-fan, cuando llegaba a la nota 49, todos participaban del alma del universo, experimentaban el Vacío Iluminador, el éxtasis místico trascendental, donde el pasado y el futuro se hermanan en un eterno ahora.

Pedagógicamente, dividieron sus enseñanzas en siete grandes trabajos, que denominaron sabiamente: Las Siete Joyas del Dragón Amarillo. Al maestro Samael Aun Weor, por ser uno de sus miembros de esta milenaria orden, le dieron autorización y la orden de entregar estas misteriosas claves. De estas siete joyas, nos entrega dos en sus libros y conferencias.

Primera Joya

Todo lo que se enseña en el budismo Zen y Chang, y que en la gnosis se rescata en esencia, en forma práctica, es restaurado en su verdadero sentido milenario. Esto corresponde a la primera de las Joyas del Dragón Amarillo.

El trabajo con las frases enigmáticas (Koanes), el uso de distintos sonidos sagrados (Mantram), el trabajo con la comprensión de los opuestos (Pratyahara), que bien podríamos pasarnos varias vidas para dominarlas, corresponden tan sólo a esta primera de estas joyas.

Indudablemente, practicar y vivir todas estas claves, nos aseguran la experiencia del vacío Iluminador, la experiencia de la verdad, impulsarnos para trabajar en la Gran Obra del Padre.

Las dudas

Interesante figura de un prisionero amordazado, símbolo del dominio que debemos tener sobre nuestra propia mente. Zona Arqueológica de Toniná. Cultura Maya.

Interesante figura de un prisionero amordazado, símbolo del dominio que debemos tener sobre nuestra propia mente. Zona Arqueológica de Toniná. Cultura Maya.

Durante la meditación surgen infinidad de obstáculos que se hace necesario aprender a trascenderlos. Las dudas son uno de estos problemas. Cuando se nos presentan, no se avanza en la meditación, pues nos producen un incesante parloteo mental.

Sin embargo, no debemos rechazarlas, cuando uno resiste una forma mental, se crea conflicto, y esto genera un fuerte oleaje mental. Esas dudas nos producen desatención imposibilitando la introversión.

Equivocadamente, consideramos que hay que poner atención en lo atento y olvidarnos de lo inatento, pero es un error. Más bien, debemos prestar atención en lo inatento, para que, al comprenderlo, se vuelva atento.

Duda que aparezca, se le pone atención, se le descuartiza, se le abre con el bisturí de la auto crítica, es necesario saber que de real tiene, que de verdad hay o que de mentira. Pero, esto no se hace con la mente, sino con la conciencia. Si nos ponemos a pensar, a razonar en la duda, sólo estaremos creando un diálogo estéril.

Cuando comprendemos a fondo la duda, cuando sabemos de ella en todos los niveles, entonces desparece, mientras no la hayamos comprendido, la mente la mantendrá dándole vueltas una y otra vez. Además de ir controlando la mente, de irla dejando en silencio, va adquiriéndose más sabiduría por el camino de la vía de la experimentación directa.

Sin embargo, si a pesar de trabajar con todas las claves que se estudian en la primera Joya del dragón amarillo, aparentemente, estamos en silencio, pero no se experimenta el Vacío Iluminador, esto quiere decir que la mente continúa agitada en los niveles más profundos, por lo que habrá que apelar a la Segunda Joya…

Segunda Joya

Zona Arqueológica La Venta. El Gobernante, interesante figura de piedra, el verdadero gobernante es aquél que puede dominarse a sí mismo.

Zona Arqueológica La Venta. El Gobernante, interesante figura de piedra, el verdadero gobernante es aquél que puede dominarse a sí mismo.

En la segunda Joya del Dragón Amarillo es imprescindible comprender que la mente no somos nosotros. Nos consideramos siendo la mente, estamos acostumbrados a decir cosas como: “Estoy pensando”; el Ser o espíritu no necesita de pensar, lastimosamente nos sentimos siendo la mente.

La mente es como un sujeto extraño que, si bien nos tiene dominados, y coloca los pensamientos que quiere, no somos ella. Tiene todas las características de un burro, funciona como los burros lo hacen, es terca, es caprichosa, difícil de dominar, por eso Jesús, el gran maestro de maestros, entra montado en un burro el domingo de ramos, indicándonos que hay que someterla.

Resulta que no es una mente, sino muchas mentes, pues cada defecto psicológico tiene la suya propia. La meditación consiste en dejar las “mentes” en silencio para escaparnos como esencia y fundirnos con el Ser, experimentando el Vacío Iluminador.

Al aplicar todas las claves de la Primera Joya, como la comprensión de los pensamientos, el uso de las distintas frases enigmáticas (Koanes), la vocalización de los sonidos sagrados (mantram) y resulta que si bien, como que estamos en calma aparente, pero no logramos el éxtasis místico trascendental, quiere decir que no hemos logrado la quietud total.

La mente en el fondo, en los niveles más profundos del subconsciente, aunque no lo percibimos, está gritando, dialogando en el incesante batallar de las antítesis, no está en paz, se siente amordazada, realmente, no está quieta.

Entonces podemos apelar a recriminar la mente, azotarla, regañarla, etc. Sin embargo, no estamos hablando de establecer un dialogo mental, cosa absurda, se trata de activar la conciencia y que ésta recrimine a la mente.

Para lograr este cometido, nos colocamos en el más absoluto Recuerdo de Sí, tomando consciencia de ese momento y lugar, con nuestra voluntad como si fuera un látigo o una espada, nos dirigimos a la mente, le preguntamos: ¿Qué es lo que tú quieres? Luego esperamos a que conteste, lo hará a través de una imagen, un recuerdo, un sentimiento, etc.

Eso que se nos presente habremos de comprenderlo, saber la realidad de eso, que hay de verdad o mentira, auto explorarnos profundamente; así le haremos entender a la mente que es absurdo que esté pensando en eso, que no tiene caso, que es inútil.

Si aun así no logramos la quietud absoluta de la mente, hay que azotar a la mente con el látigo de la voluntad, con mucha energía, en el tercer estado de conciencia, dirigirnos a la mente diciéndole: “Mente, déjame en paz, yo soy tu amo, tú eres mi esclava, obedece”.

La mente se sentirá de nuevo como un perro lleno de pulgas, como una lombriz cuando un niño maldoso le hecha sal. Clamará, suplicará, gritará, llorará; nunca ha estado quieta, ni siquiera cuando dormimos, siempre ha estado activa, en un constante dualismo; luchará hasta la muerte por seguir así, lanzará, nuevamente, cosas absurdas justificándose.

Nuevamente, esas cosas que manifieste la mente, con muchísima paciencia, se deben descuartizar, abrirlas para ver de qué están hechas, comprenderlas a fondo, saber su raíz, su origen. Hay que seguir con esta Joya hasta que, por fin, la mente quede en imponente silencio.

La segunda Joya en la vida cotidiana

Como hemos dicho, la meditación no está divorciada de lo que hacemos en el curso común de nuestra vida. Podemos usar parte de esta técnica en el diario vivir. En ocasiones, tenemos una música que no nos deja en paz, está revoloteando, incesantemente, en nuestra cabeza; en otras ocasiones, tenemos un pensamiento lascivo o grosero; en fin, algo que nos esté molestando.

Podemos entonces dirigirnos a la mente con mucha voluntad y conciencia: “Mente, retírame este pensamiento, no te lo permito, yo soy tu amo y tú eres mi esclava, hasta la consumación de los siglos”.

La mente obedecerá si lo hacemos correctamente y lograremos avanzar en este camino de doblegar nuestra propia mente. No se trata de dominar la mente ajena, pues eso es pura y legitima magia negra, lo que necesitamos es dominar nuestra propia mente.

El Judo Psíquico

Zona Arqueológica La Venta. Altar triunfal. Hombre emergiendo del inframundo, sólo auto conociéndonos, podremos trascender.

Zona Arqueológica La Venta. Altar triunfal. Hombre emergiendo del inframundo, sólo auto conociéndonos, podremos trascender.

Antiquísimas disciplinas nos dan la idea del trabajo que tenemos que realizar, y éste consiste en que logremos el dominio de la mente. Sin embargo, es una lástima que, generalmente, tomemos de ellas sólo el cascaron, la superficie de estas milenarias ciencias.

Poco a poco hemos ido perdiendo los principios ancestrales de cosas muy sagradas como:

El Tarot: Es un conocimiento de carácter superior, contiene las enseñanzas del camino secreto, cada arcano tiene un conocimiento específico y fundamental para vivir. El arcano nueve, por ejemplo, nos habla de los misterios de la supra sexualidad. El arcano diez de la evolución e involución y el ciclo de vidas y muertes. El arcano ocho es la justicia. El arcano once el fuego sagrado. El arcano diecinueve la piedra filosofal, etc. Lamentablemente, lo convertimos en un juego de naipes, en un sarcasmo adivinatorio. El tarot, realmente, es un patrón de medidas y quien se salga de sus principios se perderá del camino.

Los Toros: Un milenario arte que viene desde la Atlántida, dedicado al dios Neptuno, representación escénica para instruir al centro emocional sobre la muerte de nuestros defectos (el toro) a través de la espada (la voluntad y el fuego sagrado). Pasando por los tres grados egipcios de aprendizaje interior: El picador (el aprendiz que empieza su enfrentamiento ante el ego, pero lo hace cargando un gran lastre psicológico: el caballo), el banderillero (el grado de compañero. Quien ya se enfrenta al ego, cuerpo a cuerpo) y el Matador (grado de maestro, quien puede ya dar muerte al ego). Eso tan sagrado, lo convertimos en un espectáculo cruel y despiadado, donde ahora sólo alimentamos la violencia.

Los lagos y piscinas sagradas: Representación de las aguas puras de la vida, de aprender a hacer un buen uso de ellas, de comprender que con transmutarlas podemos regenerarnos. Basta recordar el lago sagrado a un lado del templo donde se encuentra el Santo Grial, de acuerdo con las enseñanzas vertidas en la obra de Richard Wagner llamado el Parsifal. Ahora sólo las tenemos para divertirnos ya que han sido transformadas en piscinas para bañistas y lo sagrado de ellas se perdió completamente.

El Kung Fu: Preciosísimas enseñanzas eran entregadas hace cientos de años para el dominio completo de sí mismos, en las cuales estaba, indudablemente, la gnosis. Trabajo en la muerte del ego, la alquimia o ciencia de transmutación y todo lo que se enseña hoy en la gnosis. Enseñanza similar que tenían los guerreros jaguar y guerreros águila del México antiguo que podían transformarse, realmente, en águilas y jaguares a través de la ciencia jinas (claves para meterse con todo y cuerpo físico a otras dimensiones). Ahora bien, en el Kung Fu, podían también hacer lo mismo. Todo eso se perdió, si bien ahora sigue siendo una buena disciplina, pero ya sin esas sabias enseñanzas.

El Judo: Tiene como objetivo principal el dominio de la mente, las formas de combate que se aprenden son con el objetivo de dominar la mente, cuando vemos a dos monjes “luchando”, ellos apenas ponen atención al cuerpo físico, su meta principal es dominar su mente. Lamentablemente, nosotros sólo nos quedamos con la superficie, considerar que solamente es una excelente disciplina física para estar sanos y como defensa personal, pero nos olvidamos que la verdadera lucha es contra nuestra mente. Es hora de rescatar esa milenaria ciencia, el trabajar con las Joyas del Dragón Amarillo es aprender un verdadero judo psicológico.