Libro: Tláloc, el vino que bebe la tierra

Capítulo 8. Los Sacrificios a Tláloc

Capítulo 8. Los Sacrificios a Tláloc

Es incuestionable que, con el fin de justificar las barbaries incalificables cometidas por los conquistadores de México, es que se satanizó y se exageró en forma grotesca todas las actividades de nuestros antepasados.

No negaremos que toda civilización cuando involuciona, termina con un baño de sangre, eso lo podemos ver hoy en día, basta ver los secuestros, las torturas, los genocidios, el terrorismo, las bandas de delincuentes, los asesinatos, que son el espejo cruel donde debemos vernos como sociedad.

Ofrenda a Tláloc. [MTM]

Ofrenda a Tláloc. [MTM]

De hecho, podríamos afirmar que resultado de los sacrificios humanos cometidos por los antiguos pobladores de México, es que, como consecuencia o karma, a pesar de que este país tiene grandes riquezas en fauna y flora, enormes territorios de bosques, selvas, grandes litorales, etc., a la par, tengamos gente muriéndose de hambre, y tengamos que soportar algunos (o muchos) gobernantes sin escrúpulos que saquean el pueblo. Todo esto y más, no es más que la secuela de lo que nosotros mismos provocamos.

Pero, sin duda alguna, en la época de esplendor, ésa, precisamente, cuando fueron levantadas las pirámides, las estelas, los sagrados monolitos, brillaban en su ausencia tales crímenes. Desde luego, tales alusiones al sacrificio si estaban plasmadas en los códices y piedras milenarias, pero aludían más a algo interno que físico.

Acaso no es un admirable sacrificio, dominar la lengua y no criticar al prójimo, eso es, precisamente, lo que se quería dar a entender con el pasar una púa de maguey por la lengua, claro que no era algo físico, sino simbólico.

Acaso no es un sacrificio tremendo dominar las bajas pasiones bestiales y no cometer adulterio, aun cuando existan las más sutiles tentaciones, ya en el trabajo, escuela o casa, eso es, precisamente, lo que se simboliza con el punzar el órgano masculino en los códices, claro que no era algo material, pues sería una violencia contra natura.

Acaso no es sumamente difícil (un verdadero sacrificio), dominar los celos, o la envidia, o la ira y transmutar esas emociones negativas en comprensión y amor, eso es lo que se representa con las muertes en la piedra del sacrificio o sacro oficio.

La idea de ofrendar algo a Tláloc con la finalidad de atraer lluvias, va en este orden. A los maestros no les interesa el dolor de la gente, mucho menos aún la sangre de alguien, eso es un barbarismo. Lo que les interesa a estos seres de luz, es que uno ayude a los demás, que se sacrifique por sus semejantes dándoles la luz de la sabiduría, que acabe con sus defectos, que destruya sus pasiones, esto es lo que buscan verdaderamente estos iniciados.

Esto es entender correctamente la idea de la ley del Karma, ley de causa y efecto. Si pasamos por grandes sequías o inundaciones, no es por ser unos angelitos, más bien, es el resultado de cientos de acciones criminosas, por parte de todo un pueblo o nación. Y la única forma de trascender ello es poniendo peso en el otro platillo de la balanza cósmica, haciendo bien por montones, dejando de delinquir y, aún más, no dejando de hacer el bien, pudiéndolo hacer, el maestro Samael Aun Weor lo deja explicado al decir: “No sólo se paga karma por el mal que se hace, sino por el bien que se deja de hacer pudiéndose hacer”.

Por lo tanto, las ofrendas de copal y los sacrificios alegorizados en los grabados, incluyendo los que se hacían al maestro Tláloc, son de carácter espiritual, nada tienen que ver con las fantasías creadas por nuestra mente degenerada.

El querer asociar los crímenes cometidos por los aztecas, en su época ya involutiva, con el maestro Tláloc, es tanto como pretender vincular al maestro Jesucristo con los terribles salvajismos cometidos en la inquisición en su nombre; indudablemente, ni el maestro de maestros Jesús, ni el gran iniciado Tláloc, jamás pudieron exigir tales crueldades.

«Hallándome un día en estado de meditación profunda, hube de ponerme en contacto directo con el bendito Señor Tláloc.

Este gran ser vive en el mundo causal, más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente. En todas las partes de mi Ser experimenté ciertamente la tremenda realidad de su presencia.

Vestido exóticamente, parecía un árabe de los antiguos tiempos; su rostro, imposible de describir con palabras, era semejante a un relámpago.

Cuando le recriminé por el delito de haber aceptado tantos sacrificios de niños, mujeres, varones, ancianos, etc., la respuesta fue: "Yo no tuve la culpa de eso, nunca exigí tales sacrificios, eso fue cosa de las gentes allá en el mundo físico." Luego concluyó con las siguientes palabras: "Volveré en la nueva Era Acuaria." Incuestionablemente, el Dios Tláloc habrá de reencarnarse dentro de algunos años. (Doctrina Secreta de Anáhuac. Samael Aun Weor)»

Es necesario que demos el verdadero valor al sacrificio, para que se dé una energía inferior, ésta debe transformarse en una superior; como cuando el combustible de un vehículo se transforma (o sacrifica) en aras de la velocidad.

Los sacrificios que debemos ofrendar son: eliminar nuestras emociones negativas, trascender nuestras pasiones animales, nuestros deseos insanos, luchar para que la humanidad tenga la luz de la sabiduría inmortal.

Participante del “Juego de pelota” decapitado, brotan siete serpientes. [MAX]

Participante del “Juego de pelota” decapitado, brotan siete serpientes. [MAX]

Ahora podemos entender, por qué en los campos de Bola Religiosa (Juegos de Pelota Mesoamericano), según las tradiciones, se decapitaba a quien resultara vencedor, pues tenía todo el derecho de ir con los dioses. Por supuesto, aquél que decapita su personalidad animal, que sacrifica sus defectos psicológicos, puede ponerse en contacto con los seres divinales.