INTRODUCCION
Todo lo creado tiene vida y la tiene en abundancia; desde tiempos remotos las distintas culturas del planeta nos han alegorizado a la naturaleza como una gran madre, en verdad que tienen razón. Existe un ser divino, una maestra, un ángel, una diosa que gobierna toda la creación y su cuerpo físico es toda la naturaleza, cada árbol, río, nube, aire, insecto, planta, flor, raíz es parte de ella.
Albert Bierstad, 1867, Lago en la Sierra nevada
Lamentablemente nos hemos alejado de nuestra madre natura, no sólo al venirnos a vivir en las ciudades, sino además por nuestras actitudes muy “modernas”, solemos decir, pero en el fondo son materialistas y alejadas de los principios divinos.
A pesar de tanta perfección que existe en la naturaleza, resulta que hay todavía algo más, existe el alma de la naturaleza, es decir las criaturas inocentes que dan vida a los animales, plantas y minerales; a estos les llamamos en la gnosis: “Elementales”, pero son los mismos duendes, silfos, ondinas, sirenas, elfos, etc., de los tiempos idos.
Un océano de tecnología nos inunda, pero a pesar de tanta presunción, no hemos arreglado los principales problemas de la humanidad. Sigue existiendo hambre por todo el mundo, hay pandemias, cada vez más enfermedades, dolor, miseria, contaminación y violencia.
La naturaleza como una madre amorosa es la que nos puede dar lo que necesitamos, pero hará falta regresar a ella, la solución a muchas enfermedades se encuentra en acabar con nuestros defectos psicológicos y acercarnos como lo hace un hijo a su madre.
Las fuerzas elementales de la naturaleza, que encontramos en un naranjo, granado, manzano, etc. tienen poderes ingentes capaces de ayudarnos en muchísimas cosas de nuestra vida práctica, claro a cambio de una conducta recta, porque no se puede violar la ley.
Los elementales son seres que no poseen defectos psicológicos, son inocentes, viven en las plantas, animales y vegetales y están en contacto con la Madre Natura y, por tanto, poseen sus poderes.
En los libros sagrados del mundo están lleno, en forma velada, de la magia elemental o la forma en que podemos servirnos de esas fuerzas de la madre divina para auxiliarnos en nuestro diario vivir.
Roger Van Der Weiden, Adoración de los Magos, 1425
Por ejemplo, recordemos a Jesús ante la higuera y que Adán y Eva cubrieran sus órganos creadores con hojas de parra, indicándonos que sus elementales tienen relación con la sexualidad trascendente.
El aceite puro de nardo con que se unge la cabeza de Jesús por una mujer en Betania, en realidad nos habla de las fuerzas elementales de esta flor, nos comenta el maestro Samael que este perfume es el más sublime del amor, también se menciona en el cantar de los cantares:
"Mientras que el rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor". (Vers. 12, Cap. 1. Cantar de los Cantares de Salomón).
No está de más recordar la mirra y el áloe con que se preparó el cuerpo del maestro Jesús para su sepultura, nos hablan también de la magia elemental; los elementales de la mirra están relacionados con la muerte de los defectos psicológicos.
Reiniciemos nuestro camino hacia nuestra madre y ella nos dará todo lo que necesitamos. Para lograrlo, requerimos recobrar la veneración y respeto por las cosas sagradas, ver que cada animal y planta tienen sus principios anímicos o alma, inclusive cada mineral.
Los mayas y aztecas nos dibujan en sus códices, cerros humanizados, con ojos y boca o cosas semejantes, eso sí que causa asombro, pues sabían que la naturaleza no es algo muerto, sino que tiene alma cada partícula del universo.
Es muy interesante y práctico saber que las plantas que tienen forma de un órgano del cuerpo humano, su elemental o criatura inocente que habita en él, tiene el poder de ayudarnos a curar el órgano enfermo que se asemeje. Si tiene forma de corazón podrá ayudarnos en la curación de nuestro corazón, por supuesto, hay que entender que también habrá que trabajar en la causa que originó la enfermedad, siendo esta el ego.
Los silfos y sílfides del aire, las ondinas y nereidas de las aguas, los gnomos y pigmeos de la tierra y las salamandras del fuego, están presentes en cada planta, flor o árbol en la naturaleza. Abramos los ojos del alma, veamos en la deliciosa brisa que acaricia nuestro rostro, en el viento que juega con nuestros papeles, en el chisporrotear del fuego de nuestra vela, la vida incesante de nuestra Madre Natura.
Jenaro Ismael Reyes Tovar
IMAGENES: Albert Bierstad, 1867, Lago en la Sierra nevada, Roger Van Der Weiden, Adoración de los Magos, 1425