El pino y la mente

Toda la naturaleza tiene cuerpo, alma y espíritu, como los hombres, el pino por ejemplo es maravilloso saber que este elemental tiene un aura blanca inmaculada y llena de belleza.

Pino, tomada de imágenes gratuitas de la Web

Pino, tomada de imágenes gratuitas de la Web

Este elemental está encargado de hacer llegar las almas humanas al ambiente que les corresponde en cada retorno de acuerdo con las leyes kármicas.

La mente está relacionada con el pino porque es el árbol de Acuario, es signo del pensamiento acuariano, el elemental que gobierna a estas poblaciones elementales de los pinos, trabaja con la generación humana.

Nuestros antepasados tenían ciertas ceremonias con este elemental del pino con los que mostraban a los discípulos que trabajaban sobre si mismos las cosas del futuro, para esto.

El oficiante vestido con su túnica pedía que un niño inocente mirara fijamente en un recipiente con agua, posteriormente en la puerta del templo, ponían una piedra durante todo el tiempo que duraba la ceremonia, el niño estaba vestido con túnica blanca y lo realizaban en sus templos subterráneos o en cuevas de los bosques, durante el rito del pino, el sacerdote se acostaba en el suelo, mientras el niño observaba la superficie del agua cristalina, luego el sacerdote vocalizará la sílaba AU varias veces.

Sobre el niño ponían una rama de pino. Esta rama hacia sombra sobre la cabeza del niño, pero no tocaba la cabeza del niño.

El baile de las hadas, Karl Wilhelm Diefenbach, 1895

El baile de las hadas, Karl Wilhelm Diefenbach, 1895

Entonces el niño veía clarividentemente el sitio deseado, Bastaba ordenarle al niño ver, y el niño veía

Claro que el sacerdote le ordenaba imperiosamente al elemental del pino, que le mostrara al niño la persona, sitio, o lugar que necesitaban conocer.

Le imploraban también ayuda al Espíritu Santo durante este trabajo ritual del pino.

Estas ceremonias son comprensibles pues todo niño es clarividente, entre la edad de los primeros cuatro años, facultad que los seres humanos hemos perdido pero que es posible recuperarla, pero para esto necesitamos empezar por reconquistar la infancia perdida y podemos empezar por medio del verbo, de la palabra así como nos lo habla el venerable Gurú Huiracocha en su libro "Logos, Mantram, Magia", sobre el verbo sagrado de la luz, donde dice que tenemos que empezar a deletrear poco a poco, como hace el niño cuando comienza a silabear la palabra MAMA, debemos recomenzar vocalizando las sílabas infantiles.

Esas sílabas son las palabras MA-MA, PA-PA, subiendo la voz en la primera sílaba de cada palabra, bajándola en la segunda sílaba de cada palabra. Durante esta práctica, la mente debe asumir una actitud totalmente infantil.

La danza de las hadas, August Malmström, 1866, Dominio público

La danza de las hadas, August Malmström, 1866, Dominio público

Necesitamos cambiar el proceso del razonamiento por la belleza de la comprensión pues bien sabido es que éste nos aleja de nuestro propio ser pues la razón divide a la mente entre el batallar de las antítesis.

Cuando nos convertimos en personas demasiado intelectuales que olvidamos todo lo que se relaciona con comprensión, amor, y solo nos dedicamos a las teorías nos volvemos ciegos y torpes, esclavos de las percepciones sensoriales del mundo exterior, donde por falta de un punto o de una coma, perdemos el sentido de una oración y nuestra alma se vuelve inválida, entonces nos convertimos en personas llenas de orgullo y en los seres más infelices que existen sobre la tierra.

Así que sería interesante que reflexionemos en este proceso y lográramos cambiar el proceso del razonamiento por la belleza de la comprensión, que nuestro pensamiento fluya integralmente sin el proceso del razonamiento, liberando nuestra mente de toda clase de preconceptos, deseos, temores, odios que son trabas que anclan a la mente a los sentidos externos.

Instructora: María Guadalupe Licea Rivera.

IMAGENES: Pino, tomada de imágenes gratuitas de la Web El baile de las hadas, Karl Wilhelm Diefenbach, 1895 La danza de las hadas, August Malmström, 1866, Dominio público,

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