Fantasía para piano, coro y orquesta (Óp. 80). Beethoven.
El sendero de la inspiración es parte del camino que nos puede conducir a la verdad y encontramos en la música de Beethoven herramientas muy poderosas para transitar por él.Beethoven, Joseph Karl Stieler, 1820
Ya todos conocemos la magistral obra de la Quinta Sinfonía con sus memorables sonidos que nos llevan emocionalmente a místicos lugares. No menos es la inolvidable Novena Sinfonía un canto a la fraternidad universal.
No deja de sorprendernos Beethoven en sus pocas obras cantables el encontrarnos con esta mágica obra llamada “Fantasía para piano, coro y orquesta”.
La palabra “fantasía” en este caso, entendámosla como algo mágico, superior, correspondiente a las regiones del alma o espíritu. Algo no tangible, sino sólo perceptible a los ojos del alma.
«Galante, bello y precioso es el sonido de la armonía en nuestra vida, y el sentido de la belleza genera flores que florecerán eternamente».
“En un principio era el verbo y el verbo estaba con Dios…”, así leemos en el evangelio de San Juan, para mostrarnos lo sagrado que es el verbo, ya que San Juan lo une a la misma divinidad como origen del universo.
Si queremos acércanos a la divinidad necesitamos reunir sus atributos; por lo que si el verbo es el origen de todo lo existente es indispensable que nuestra forma de hablar sea galante, bella y preciosa.
Nuestra forma de vestir, comportarnos y hablar debe estar llena de belleza; así lo indica las enseñanzas del arcano tres en la ciencia de los números. Esa es la forma en que podemos realmente ser parte del camino a lo que no tiene nombre, ni orillas jamás.
En el México prehispánico encontramos estas ideas manifiestas en el signo de Flor (Xóchitl), pero suele aparecer en la boca de diversos dioses, por ejemplo, de Xochipilli en el Códice Borgia. Dándonos a entender la belleza que debe existir en la forma en que nos expresamos; en no mentir, no blasfemar, no criticar, no decir palabras obscenas, no levantar falsos; esa actitud es la que nos lleva a manifestar esto dicho por Beethoven.
«Paz y alegría flotan amablemente como el movimiento de las olas, que se precipitan brutales y fogosas como transformadas con gran excitación».
Nos comenta el maestro Samael que: “Una palabra suave apacigua la Ira. La Persuasión tiene más poder que la violencia” y Beethoven lo confirma aquí. Parecería que la paz y la alegría en un momento sería debilidades de carácter, sin embargo, es todo lo contrario, son fuerzas tan poderosas como las olas del mar que pueden con todo lo que se les ponga enfrente.
La paz es una sustancia que emana desde el mismo Absoluto y sólo en quienes se propongan eliminar los miles de defectos que hemos creado podrá manifestarse en ellos.
«Cuando el sonido mágico predomina y las palabras producen devoción, las maravillas deben tomar forma, la noche y la tempestad cambian a luz».
El sonido mágico es el lenguaje de luz, los mantram que bien podríamos traducir esta palabra tal cual nos la coloca aquí Beethoven, tiene capacidad para aplacar una serpiente o perro furioso, para activar un chakra o centro de energía, para salir conscientemente en astral, para relajar nuestra mente y dejarla en silencio.
Sin embargo, tal como nos advierte Santiago en su Epístola Universal, citando precisamente la forma de hablar nos dice: "¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?"; aquí en esta deliciosa melodía lo advierte Beethoven, se requiere que nuestras palabras sean correctas, inclusive que produzcan en los demás sentimientos como la devoción.
Si el verbo fue capaz de crear todo lo que existe, si nosotros cuidamos que sea cada vez mejor, podríamos transformar las tinieblas de la ignorancia de la noche en luz de la sabiduría. La tempestad de los problemas y violencia en serenidad.
«Sin inquietudes, en la cúspide, son felices los gobernantes humanos. Pero el sol primaveral nos da su luz desde el nacimiento. Fuertemente inculcada en el corazón, se precipita de nuevo la belleza».
Todos nos preguntamos, que podemos hacer para cambiar este mundo tan lleno de caos y error y esta melodía nos da la solución: “Sin inquietudes”, es decir, eliminando las emociones negativas de envidia, odio, resentimiento, venganza, etc. es como podemos ser felices.
En un principio Dios nos dio la luz de la verdad y la sabiduría y nos hemos empeñado en alejarnos de ella, por lo que debe inculcarse nuevamente en nuestro corazón acabando con esas debilidades humanas para que se precipite de nuevo en nosotros esa belleza espiritual.
«Cuando el espíritu late con fuerza, un coro de espíritus resuena eternamente». «Así pues, amados espíritus, aceptad alegres el don de la belleza».
En algunas ocasiones, cuando intentamos ayudar a los demás, nos sentimos solos, como alguien gritando en un desierto; sin embargo, no hay tal: si esa labor se hace con total desinterés, con emoción positiva, anhelando sólo el bienestar de los demás; tengamos la completa seguridad que un coro de espíritus divinos estará apoyando esa labor.
El sueño de Beethoven, François Joseph-Aimé Lemud, 1860
Cuando alguien se lanza a la batalla contra el mal, detrás de él hay un ejército de luz apoyándolo.
«Cuando el amor y la fuerza fueron unidos, el regalo al hombre fue la gracia divina».
Esta diamantina pieza musical, llena de sonidos mágicos que tienen como objetivo llegar hasta el fondo de nuestra conciencia, finalizan diciendo una verdad tremenda. El amor es lo más poderoso que existe en el universo, nada ni nadie puede enfrentarse a la potestad del amor.
El amor es el mejor talismán protector contra las fuerzas tenebrosas, el amor es lo que puede y debe transformar el mundo entero. Sin embargo, no está divorciado de la fuerza espiritual, de la severidad contra el mal; más bien, si alguien llegara a fusionarlos; la gracia divina descenderá sobre esta persona.
La clave para invocar el favor divino es que pueda manifestarse la fuerza de un guerrero espiritual que lucha en contra de sus debilidades y por otra parte permitir que el amor fluya en obras reales, concretas y definitivas en favor de su familia y de la humanidad entera.
María Guadalupe Rodríguez Licea.
IMAGENES: Beethoven, Joseph Karl Stieler, 1820 El sueño de Beethoven, François Joseph-Aimé Lemud, 1860