La Música Clásica
El universo visible e invisible, es música. Vibra en notas y escalas musicales, desde las dimensiones superiores de la naturaleza, conocidas como nirvana, cielos; hasta los reinos sumergidos que se corresponden con lo que en las religiones llaman infierno, averno, Hades.
Los cinco Sentidos, Abraham Bosse, 1635
La física moderna, estudiando las partículas más pequeñas que un electrón, y tratando de encontrar una teoría matemática que explique la totalidad de fenómenos, pregona que el universo entero está constituido por cuerdas
Sería un infinito de cuerdas entrelazadas formando una sola unidad, cuerdas que comprenden la energía, la materia; pero que vibran. Vibran de tal forma, que dan existencia a múltiples dimensiones, aun siendo un filamento. Producen notas musicales en todas las escalas en toda la extensión de la creación.
Son cordeles de energía, vibración, dan origen a lo que conocemos como materia, todo lo que se esconde tras la idea de antimateria y energía oscura y que palpamos con nuestros limitados sentidos como “realidad”
Lo que aún desconocen los científicos, es que además de energía – onda, también generan la conciencia. Cada partícula subatómica, cada cuerda, tendrían su propia nota de vibración, su escala musical, lo que determinaría la existencia de un árbol, un sol y las dimensiones que no podemos percibir con los sentidos.
El ser humano, el animal intelectual en su constitución neurológica, alberga partes primitivas que corresponden a los cerebros reptiliano y de mamífero, como recalca el maestro Samael en "Educación Fundamental".
Hay música en los cielos, hay música en el infierno, hay música en nuestro interior psicológico. La naturaleza canta, es sinfonía universal.
Las regiones cerebrales primitivas se estimulan con ritmos tribales, percutorios y repetitivos en una suerte de sonsonete que exalta un falso sentimiento de alegría, de potencia, de vanidad. Producen una emoción de exaltación y de euforia que puede conducir a los hombres, merced al mismo instinto gregario, a cometer atrocidades increíbles y que lo vuelven sumiso en fanatismo. Lo saben muy bien quienes dirigen a los pueblos hacia las guerras cantando hacia la muerte.
Concierto, Nicolas Tournier, 1630
Es notorio que la mayoría de los artistas “modernos” en sus inicios, tenían una clara fisonomía masculina, claramente de un varón. Sin embargo, se percataron que aun produciendo estos ritmos tribales no lograban el éxito comercial esperado. Pronto descubrieron a través de institutos dedicados al estudio de la psicología de las masas, que ese tono monótono y reiterando asociado con un aspecto femenino y ambiguo de los “artistas” lograba un impacto enorme entre las masas, logrando así el ansiado éxito económico.
Surgieron icónicos grupos de rock, con artistas de quienes por su aspecto no se sabe si son hombres o mujeres muy mal maquilladas.
Vivimos ahora el extremo de estadios llenos de multitudes, para ver algún artista balbuceando – literalmente – un sonsonete vulgar, obsceno e insoportable.
Cuando la edad media se hallaba en declive, inició en occidente el surgimiento de la música clásica, asociada por supuesto, con contenidos religiosos; pero, sobre todo, con la consternación del hombre ante su propia existencia. Completamente opuesta a la música decadente que estimula al yo y las bajas pasiones, la música clásica estimula los centros emocional e intelectual, superiores del hombre.
Se perfecciona la música clásica desde el renacimiento hasta finales del siglo XX y continúa en nuestros días, caracterizada por la armonía, la complejidad, la rigurosidad en la ejecución. Pero particularmente por la temática sobre el amor, la creación, el papel de la existencia del hombre en el universo, su relación con Dios.
Se le ha llamado “música de las esferas” porque a través de los grandes maestros e iniciados, ha sido posible transcribir el movimiento de las galaxias y soles, en notas musicales que ellos supieron percibir con un oído más allá del mundano sentido.
Ángeles haciendo música, Peter Paul Rubens, 1628
El movimiento caótico de las partículas subatómicas, las orbitas de los electrones, el canto de los ángeles mismos en adoración al altísimo se plasma en las obras de Beethoven, Mozart, Chopin, Wagner… maestros iniciados destinados por la logia blanca, para ofrecer a la humanidad un género musical que asiste al hombre en su redención y camino de regreso al absoluto.
Resuena en sintonía armónica con lo más altivo del hombre, lleva al éxtasis místico, lo impulsa altivo en su búsqueda del superhombre.
Escuchamos al universo en expansión, al nacimiento y muerte de una estrella; al movimiento caótico, fantasmal e incomprensible de los átomos, todo haciendo música, vibrando en estas cuerdas sutiles que lo componen todo y que se plasma en la música clásica.
En la medida en que nuestra psicología se libere de la lujuria, de la vanidad, la prepotencia, la codicia, la ambición, y de todos nuestros complejos psicológicos que se aferran al miedo y al terror, podremos sumergirnos en una composición clásica a través de la imaginación creadora percibiendo nuestro papel en la existencia, el anhelo espiritual de liberarnos de la vida condicionada, mecánica, de dejar nuestra propia animalidad.
Es nuestra tarea sacar a los mercaderes del templo, todas esas estructuras psicológicas que constituyen al yo múltiple, al mí mismo, que se identifican con estados pasionales, de rancio romanticismo, de auto exaltación salvaje.
Ritmo, melodía, métrica, rigurosidad en la ejecución, la participación de muchísimos instrumentos musicales nos evoca a la creación, al universo ordenándose, al hombre aspirando a ser de nuevo ángel.
Enviado por: Rafael Peralta. El Salvador.
IMAGENES: Los cinco Sentidos, Abraham Bosse, 1635 Concierto, Nicolas Tournier, 1630 Ángeles haciendo música, Peter Paul Rubens, 1628