Parsifal De Wagner
Richard Wagner, uno de los grandes maestros de la música clásica, compuso en Alemania, previo del inicio de la primera guerra mundial, la excepcional obra del Parsifal, tal vez como una enseñanza de la gran batalla que debe librar el ser humano de manera interior, antes que levantar la mano contra su hermano, del arte de liberarse de la esclavitud psicológica, de conquistar el alma y alcanzar la verdadera felicidad, con la valentía y temeridad que exigen los grandes iniciados para vencer las debilidades y triunfar sobre la ignorancia, la avaricia y el odio, con la comprensión del ego y la magia del amor.
Retrato de Richard Wagner, Giuseppe Tivoli, 1883
A la luz de la doctrina gnóstica, es posible descubrir en esta obra maravillosa, que se presentó por primera vez en enero de 1914, el drama cósmico de redención que realizó Jesús de Nazaret en la tierra sagrada de Palestina durante la época de los egipcios. El drama del Parsifal combina ciencia, arte, filosofía y mística. Las sacras escenas se ubican en las tierras de los caballeros del Santo Grial, al Norte de la España gótica, en el majestuoso castillo de Montsalvat, donde los guerreros templarios custodian la copa santa con la que el divino redentor del mundo celebró la última cena.
Se dice que el castillo fue construido por el rey Titurel, quien deja como sucesor a Amfortas, para custodiar el cáliz sagrado, junto a un lago, imprescindible por su representación de las aguas del génesis, de la vida espermática y del eterno femenino, la gran madre y, así como Jesús, el divino redentor fue a Cafarnaúm, en Galilea, a convertir a Pedro y Andrés como primeros apóstoles para ser pescadores de hombres, la ópera de Wagner inspira a quienes tienen inquietudes espirituales, a descubrir el milagro de la creación contenido en la semilla que, el Cristo Sol ha depositado en hombres y mujeres.
Opuesto al castillo de luz, se yergue imponente, el castillo del Klingsor, despreciable ser que, en el error de la ignorancia y con las mejores intenciones de ser santo, al no poder vencer su deseo, lleno de pasión y de lujuria, decide acabar con esas debilidades castrándose a sí mismo, violentando a la madre natura y cometiendo el mayor pecado contra el espíritu santo. Al ofrecer su sacrificio a los caballeros del grial, fue rechazado…, entonces, lleno de odio, venganza y menosprecio al sexo, convierte su castillo en un lecho de placeres, donde las más exquisitas beldades seducen a príncipes y reyes para despojarles de su voluntad y conciencia.
La obra musical narra cómo el mismo rey Amfortas, sucumbe ante el idilio de Kundry, la mujer por antonomasia, se olvida de sí mismo y de su misión de custodiar el grial y con su propia lanza, robada por el Klingsor, es herido mortalmente en el costado, tal como Longibus hace brotar sangre y agua de la herida de Jesús el Cristo con la pica santa. El cáliz, símbolo de la mujer y de fuerza sexual femenina, junto con la lanza, representación del hombre y de la fuerza sexual masculina, son la síntesis de los misterios de redención que habían sido velados por mucho tiempo.
Parsifal de Wagner, Ferdinand Leeke, 1920
Gurnemantz, el sabio consejero de Amfortas conduce a su agonizante rey al castillo de Montsalvat rogando por un milagro para salir de la desgracia. Es entonces cuando se encuentra con Parsifal, hijo de Herzeleide, un joven errante, casto e inocente, quien acababa de herir con su arco y por error, al cisne del amor, el cisne Kala-hansa, pero, ¿Quién no ha obrado en contra del amor?, ¿Quién no ha violado el sexto mandamiento de la ley divina que dice: “No fornicarás” ?, Bien se ha dicho que “es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que un rico por las puertas del cielo”. Y “Todas las puertas están cerradas, menos una, la del arrepentimiento”. Así, el alma que busca la luz, se arrepiente de sus pecados y se convierte en el Parsifal que inicia su camino como aprendiz al lado de su maestro Gurnemantz.
Cuando Parsifal entra al salón del grial, queda extasiado, observa mesas, que, en lugar de manjares, tienen cálices, escuderos, niños vestidos de púrpura… Gurnemantz lo instruye en los misterios de la cuarta dimensión, cuando le explica que “…el tiempo es aquí, espacio,” con sus dos aspectos, el temporal y el espacial, la quinta dimensión que es el eterno ahora, la sexta, más allá del tiempo y la eternidad y la dimensión cero, del espíritu puro. El sabio le muestra los secretos del templo y del arca sagrada, el gran arcano, y le hace partícipe de la santa unción, que con profundo remordimiento lleva a cabo el rey Amfortas, pidiendo compasión por haber caído ante las tentaciones.
Parsifal, elevado al grado de compañero, decide vencer al Klingsor y, llegando a su castillo, es tentado por las beldades femeninas y por la misma Kundry. Heroico, vence la tentación recordando los dolores de Amfortas e inspirado por el amor supremo de su madre, Herzeleide. El cruel mago intenta herirlo con la lanza, pero, al ser puro, ésta queda flotando, el joven la toma, hace con ella la señal de la cruz y en ese momento, el castillo del Klingsor se desintegra. Al volver y tocar con la pica santa, cura milagrosamente la herida de Amfortas, por lo que el rey le hereda el trono.
Parsifal (Fal-Parsi, culto sexual antiguo) aprendió que la energía sexual, así como el fuego, no es bueno ni malo, que cuando el hombre y la mujer en santo matrimonio, eliminan la fornicación, (el mal uso del sexo), comprenden que el amor por el cónyuge se vincula místicamente con representaciones espléndidas que tienen su origen en el mundo del espíritu puro, pueden utilizar las fuerzas de eros para, con la ayuda de la madre divina, eliminar al yo, al Klingsor, el Papapurusha citado por los indostaníes en el Ganges, el mismo Mefistófeles de Goethe. El Klingsor interior de cada ser humano no es un solo agregado psicológico, es multiplicidad, que debe ser destruida para reconquistar la inocencia de la mente y del corazón.
Klingsor representa la fascinación, el engaño que desvía el propósito divino de la energía creadora hacia la infra sexualidad (adulterio, fornicación, homosexualismo, lesbianismo, zoofilia, necrofilia…). Conforme el Klingsor interior va muriendo, se comienza a despertar del sueño, a alcanzar el conocimiento del Atman, el Ser. La misma Kundry despierta del sueño milenario, deja de actuar bajo la hipnosis del Klingsor, transformándose de tentadora a redentora. Despertar es “meditar, no cometer pecado alguno, hacer el bien, purificar la propia mente”. El Maestro Samael cita, en su obra, El Parsifal develado:
"En verdad que vivimos felices si no odiamos a aquellos que nos odian, si entre hombres que nos odian habitamos libres de rencor".
"En verdad que vivimos felices, si nos guardamos de afligir a quienes nos afligen, si, viviendo entre hombres que nos afligen, nos abstenemos de afligirnos".
"En verdad que vivimos felices, si estamos libres de codicia entre los codiciosos; moriremos libres de codicia entre hombres que son codiciosos".
"En verdad que vivimos felices, aunque a ninguna cosa la llamemos nuestra. Seremos semejantes a los Dioses resplandecientes, que se nutren de felicidad".
"Cuatro cosas gana el temerario que codicia la mujer de su prójimo: Demérito, lecho incómodo (inmundo, además), en tercer lugar, castigo, y finalmente infierno".
"Los hombres prudentes que a nadie injurian y que fiscalizan constantemente su propio cuerpo, irán al lugar en que no hay mudanza (Nirvana), donde, una vez llegados, ya no padecerán más".
"Aquellos que permanezcan siempre vigilantes, que estudian noche y día, que se esfuerzan por llegar al Nirvana, acabarán por extirpar sus propias pasiones".
“Esto de extirpar, descartar o eliminar defectos Psicológicos, es radical para despertar CONCIENCIA. Samael Aun Weor”.
Susana Margarita Rodríguez Licea.
Bibliografia: Samael Aun Weor, El Parsifal develado. IMAGENES: Retrato de Richard Wagner, Giuseppe Tivoli, 1883. Parsifal de Wagner, Ferdinand Leeke, 1920